Se celebra un momento muy especial de la vida de
Jesús: cuando mostró su gloria a tres de sus apóstoles.
Nos dejó un ejemplo sensible de la gloria que nos
espera en el cielo.
Un poco de historia
Jesús se transfiguró en
el monte Tabor, que se se encuentra en la Baja
Galilea, a 588 metros sobre el nivel del mar.
Este
acontecimiento tuvo lugar, aproximadamente, un año antes de la Pasión
de Cristo.
Ésta tuvo lugar mientras
Jesús oraba, porque en la oración es cuando Dios se
hace presente. Los apóstoles vieron a Jesús con un resplandor
que casi no se puede describir con palabras: su rostro
brillaba como el sol y sus vestidos eran resplandecientes como
la luz.
Pedro quería hacer tres tiendas para quedarse ahí. No
le hacía falta nada, pues estaba plenamente feliz, gozando un
anticipo del cielo. Estaba en presencia de Dios, viéndolo como
era y él hubiera querido quedarse ahí para siempre.
Los
personajes que hablaban con Jesús eran Moisés y Elías. Moisés
fue el que recibió la Ley de Dios en el
Sinaí para el pueblo de Israel. Representa a la Ley.
Elías, por su parte, es el padre de los profetas.
Moisés y Elías son, por tanto, los representantes de la
ley y de los profetas, respectivamente, que vienen a dar
testimonio de Jesús, quien es el cumplimiento de todo lo
que dicen la ley y los profetas.
Ellos hablaban de
la muerte de Jesús, porque hablar de la muerte de
Jesús es hablar de su amor, es hablar de la
salvación de todos los hombres. Precisamente, Jesús transfigurado significa
amor y salvación.
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